31 de desembre, 2012

Relats: "MUCHACHICA" part IV, per escoltainvisible

Estuve realmente chafado el resto del domingo. No era para menos. Supe que me había enamorado de nuevo. Precisamente de quién no debía. Me sentí como Camilo Sexto cantando Vivir así es morir de amor. Paseé. ¿Qué más se puede hacer? Quería llamar al Maikel, explicárselo todo. Hablar me podía ayudar también. Pero comprobé que mi móvil estaba muerto. Llevaba sin batería a saber cuantas horas. Pues nada. Ya habría tiempo para la confesión. Imaginé lo que me respondería en cuanto nos viésemos y yo le dijera: «Mira Maikel, lo que me pasó. Tenías razón, como siempre. Dos hermanas gemelas jugaron conmigo y después se escondieron en la identidad de la otra, sin reconocer quién de las dos era la que me había llevado allí en primer lugar». «Si ya te dije yo que aquella moza no te convenía, Enric, ¡que están p'allá! Yo las conocí en otra noche loca, me lo pasé de fábula y tal, pero después, cuando empezaron con sus tonterías y vi de qué palo iban, preferí salir corriendo. Y ya está. Mira, darte cuenta ahora, cuando todo acaba de suceder es casi lo mejor que te podría pasar. Imagina si hubieras llegado a quedarte pillado de una…»
¿Y qué le habría dicho yo a continuación al Maikel de mi imaginación? No conseguía pensar en otra cosa que no fuera la Muchachica. Sobre todo no podía dejar de acordarme de la tarde anterior, del breve interludio que habíamos compartido en aquella feria. Su risa. Su risa. En mi cabeza no parecía haber espacio para nada más. Hubiese dado cualquier cosa por haber vuelto a disfrutar de aquella risa suya. Tener que volver a aprender a vivir con su ausencia era lo que más me dolía. Me pasé la mano por la cara. Descubrí una lágrima.
Me sentí un idiota. Tenía que olvidarla, y olvidarla pronto. Hay una palabra para describir las personas que son como la Muchachica: encantadoras. Personas que son tan agradables que no pueden evitar que otros a su alrededor caigan en el embrujo que provocan y puedan llegar a enamorarse. Una mujer encantadora es una persona peligrosa incluso a su pesar. Yo las llamo «encantadoras de serpientes», porque con una mirada te pueden obligar a bailar a su son. Supongo que por eso hay tantas tías atractivas que son superbordes, ariscas o inaccesibles para no despertar demasiadas pasiones a su paso; pues bien, tenía que hacerme a la idea de que yo había caído víctima del influjo de una encantadora de serpientes. Y solo tenía que ser consciente de ello y seguir con mi vida. Eso lo haría más fácil.

Llegué a mi casa cuando ya anochecía. Mi cuartel general estaba más bien desordenado. Con razón: en las últimas cuarenta y ocho horas había pasado tan solo un par de veces a ducharme y cambiarme a la velocidad de Clark Kent convirtiéndose en Superman. Había mogollón de cosas por hacer. Puse a cargar el móvil y empecé a desempeñar las penosas actividades domésticas. Es curioso, pero el único momento en que no te molesta fregar el suelo o poner lavadoras es cuando sufres de mal de amores. A mí por lo menos, me pasa: Lo que necesito es una tarea la mar de aburrida en la que pueda ocupar toda mi mente y no pensar en lo desgraciado que soy. Es un poco como ver la tele, actividad a la que me puse rápidamente en cuanto acabé. Me eché en el sofá frente a la pantalla. Pero en cuanto me di cuenta de que las únicas imágenes a las que mi mente permitía el acceso eran las de la sonrisa de la Muchachica, me revolví con rabia y dejé de engañarme y pretender que tenía algún interés en las tonterías que salían del aparato. El teléfono se había cargado ya. Lo encendí. Hablar con el Maikel de carne y hueso podría hacerme bien.
Entonces flipé. Mi móvil había acumulado ¡cuarenta y dos llamadas perdidas! Comprobé que dos eran del Maikel, una de mi madre y el resto eran de la Muchachica. Me había llamado todas las horas del día un mínimo de ocho veces. Y no solo eso: también tenía mensajes. Todos decían más o menos lo mismo: «Te debo una explicación. Pero es complicada. Llámame. Besos». Besos. Sí, besos y otras cosas. Eso era lo que me gustaría de ella, pero no sabía si debía. Decidí que una disculpa no tenía porqué ser perjudicial, y no significaba un paso adelante. Era probable que después de aquello pudiéramos dejarlo de forma un poco más civilizada y sin el amargo regusto de boca actual. En resumen: ¿qué daño podía hacerme? Hablaríamos.
Cogí el teléfono y ya estaba marcando, cuando ella se me adelantó; en la pantalla apareció «Muchachica», que era la manera como, a falta de un nombre mejor, había registrado su teléfono. Contesté. Era ella. O su hermana. Fuera quien fuese lloraba. Estuvo unos instantes haciendo pucheros por teléfono, de manera que casi no la entendía. La verdad es que me partía el corazón oírla así. Hubiese querido estar junto a ella para consolarla. Entonces recordé que aquello era parte del embrujo de la encantadora. Tenía que ser fuerte.

Vamos por partes dije. ¿Cuál es tu verdadero nombre?
Estela. Me llamo Estela y siempre me he llamado así, desde que nos conocimos en la discoteca.
¿Así que eres tú la que conocí allí?
Sí.
¿Cómo puedo saberlo seguro?
Tendrás que fiarte de mí.
Muy bien, pongamos que te creo. ¿Cómo se llama tu hermana?
Tengo una hermana que se llama Evelyn, pero
Con eso me vale ─la corté. ¿Por qué tu hermana se hace pasar por ti?
─…
¿Estela?
Estoy aquí, estoy aquí. Solo quees complicado. Tendrías que venir. Prometo que te lo explicaré todo. Aunque verás que hay cosas de mi vida que son algo difíciles de asumir.
Pero, ¿te das cuenta de lo que me pides? Ponte en mi lugar: ¿Qué pasará si voy? ¿Cómo sé que me dirás la verdad? ¿Podrías ser ella haciéndose pasar por ti? ¡Sois iguales! ¡Indistinguibles! ¡Tal vez nunca pueda saber a ciencia cierta a cual de las dos tengo delante! ¿No crees que tengo razones para estar inquieto?
Las tienes, es cierto, pero todo quedará explicado si vienes ahora. Ella estará presente. De manera que no temas.
¿Ella también estará?...