20 d’octubre, 2006

La canción del viernes (30) “Crime of the century” de Supertramp per Peix

Formando parte de un complejo dispositivo social, la música de consumo de masas se retuerce, entre los medios y público, en el ring de las traiciones. No acabo de entender muy bien este conflicto. Acepto que como parte de un escenario común y de un bombardeo mediático, a menudo insoportable, todo este tinglado comercial y musical esté sujeto a la opinión y el criterio de quién, sin beberlo ni comerlo, escucha música o le pagan para que lo haga (de hecho estas canciones del viernes son precisamente eso: una crítica). Pero como todo este mundillo es perverso por naturaleza, tiendo a mirármelo con suspicacia y cierto recelo. Existen diversas líneas fundamentales entre los aparatos críticos que desarrollan la prensa y los medios especializados. Desde la música más popular, bailable, con estribillos fáciles y pegadizos, hasta los dogmas de fe de la intelectualidad musical. Hace falta formarse un criterio y prepararse profundamente para no comprar motos en mal estado y supervaloradas; esto puede resultar bastante decepcionante. Tampoco no estamos a salvo de los denominados “defenestrados”: esos grupos tildados de sosos, blandos o superficiales. En este último campo me centro hoy. Desde la tribuna de la élite intelectual se ha vilipendiado en demasía la labor de Supertramp. ¿Por qué? Es difícil de explicar. Por mi parte no puedo hacer más que expresar mi elogio hacía una de las formaciones más brillantes de la historia de la música pop.

Supertramp comienza su andadura musical en 1.969, cuando Rick Davies, con la ayuda del mecenas Stanley August Miesegaes (Sam para los amigos), forma un combo junto a Roger Hodson (el famoso cantante de la voz “finita” que firmó el 100% de los hits comerciales de la banda), Richard Palmer y Robert Millar. Su primer disco, llamado simplemente “Supertramp” y que sale a la venta en 1.970, se estrella estrepitosamente en el mercado británico, pasando a ser un fenómeno de culto exclusivamente recuperado por los fans de la banda. Persiguiendo el éxito, Davies y Hodson cambian al resto de músicos por Frank Farrel, Kevin Currie y Dave Winthrop, para editar “Indelibly Stamped”; ¿Querías caldo? ¡Toma dos tazas! Otro fracasito por aquí. Ni con una portada provocadora consiguieron cierta repercusión, y eso que estos dos primeros LP son la propuesta más elaborada del rock progresivo de los ingleses. Viendo que ni por esas asomaban la cabeza en el mercado musical, deciden dar un último golpe de timón en un barco que se precipitaba inevitablemente al fracaso absoluto: despiden las nuevas adquisiciones y fichan a Doguie Thomson al bajo, Bob Siebenberg a la batería y a John A. Helliwell al saxo. Junto a ellos se encierran en una granja holandesa durante tres meses. Para inspirarse, relajarse, componer, grabar... ¡nunca tres meses en el campo han dado para más! De esta bucólica reclusión salió el esqueleto de los siguientes tres álbums. Las ocho mejores canciones (según el grupo) formaron el magistral “Crime of the century”, editado en 1.974 y seguramente el mejor trabajo de Supertramp. Un disco que recibió muy buenas críticas y resultó ser un éxito de ventas. Temas como “Dreamer”, “Rudy”, “Aylum”, “School” y el propio “Crime of the century” son la bandera más significativa de esta cosecha tan laureada. Después llegó “Crisis? What crisis?”, “Even in the quietest moments” y el poderoso “Breakfast in America”, con el que llegaron al nº1 en EE.UU. En 1.980 salió “Paris”, el inolvidable directo que la banda grabó en la capital francesa, un recopilatorio fabuloso que ejemplificó el buen momento de una formación que apunto estuvo de tirar la toalla. Con “...Famous last words...” llegó la crisis. Roger Hodson abandona al grupo y inicia su carrera en solitario. Los demás continúan como Supertramp pero nada volvió a ser lo mismo. Aún hoy los fans suspiran por la reunficación del repóker de ases.

Hoy recordamos el tema que da título a su obra maestra. Los que asistían a sus conciertos no podían remediar un suspiro de tristeza cuando sonaban los primeros compases a piano de esta canción, sabían que el recital se acababa: “Crime” siempre cierra los directos. Un elaborado y precioso desarrollo sinfónico va “in crescendo” hasta el éxtasis saxofónico del bueno de Helliwell. Una letra profética y cruel, en sintonía con el resto del disco, se estremece con sensibilidad y denuncia pese al paso de los años. Supertramp puede que pase a la historia como un grupo de pop comercial, pero su trabajo no ha sido superficial y simplista. Y no hay mejor canción para demostrarlo que la que ilustra este artículo. Feliz viernes.