15 de setembre, 2006

La canción del viernes (27) “Oh, lady, be good” de Ella Fitzgerald per Peix

¡Hola a todos y feliz viernes!

Ella Fitzgerald, la gran dama del jazz, una leyenda colosal que poseía la eternidad de una voz que rasgó las emociones de múltiples generaciones y enamoró las audiencias de todo el planeta. Con una clase y un estilo inconfundibles, los temas que interpretaba Ella vestían con majestuosidad la atmósfera de los locales de jazz americanos tan llenos de humo y talento, pasó a la historia por poner sus destelleantes atributos vocales a algunos de los mejores maestros del jazz, como Cole Porter, Louis Armstrong, Duke Ellington, George Gershwin, y muchos más. La particularidad de una voz inigualable, rica en texturas y complejidades, que elaboraba una telaraña espiritual provista de un magnetismo que atrapa las almas sedientas de riquezas milagrosas, de magia almacenada en estanterías de pentagramas bellos como poemas, livianos como la ceniza que vuela desde la mesa.

No puedo dejar de pensar en los triunfitos, anhelantes y deseosos de la fama inmediata, aún a riesgo de ser efímera, intentando aprender a interpretar, cantar y a hacer la pantomima que exige el totalitarismo de la audiencia, no puedo dejar de pensar en ellos y compadecerlos por no admirar a Ella, por no sentirla y apreciarla con el respeto que se le merece. Con Ella, un baile de los amantes no pierde sentido, no sucumbe ante lo cursi y desfasado. Al contrario, lo necesita y lo inmortaliza. La luz tenue, un piano acompasándose con un contrabajo y una batería, un cuerpo que acariciar, el denso humo de un cigarrillo que se consume entre los dedos y su voz: un lamento que sube por el costado erizando los poros de una piel saturada para encumbrarse, entre escalofríos, en un corazón deseoso de correr. Pero Ella Fitzgerald es mucho más, mucho más. Sensibilidad, entereza, sugerencias traviesas que desconciertan y hipnotizan, una banda sonora para un cuarto a media luz, con un vinilo sonando, una copa de vino y una conversación a medio gas, como suspendida al borde de la inmensidad, deseando que nunca tenga final, que no aparezca la aurora de las traiciones y las reiteraciones. Una eternidad pactada con la diosa, un pasaje para lugares oscuros y decadentes. Sucumben ante el arte, el sentimiento y la trampa de Ella, los buscadores de tesoros, los anhelantes y deseosos de refugios escondidos y olvidados. Una piel que se retuerce, se enfría y se calienta con sus susurros, con una luz inesperada que jamás se olvidará.

Ella Fitzgerald nació un 25 de abril de 1.917 en Newport News. Con una infancia dura, reunía todos los ingredientes para perderse en la noche de los tiempos: pobre, mujer y negra, pasó de los reformatorios a ganar el concurso “Amateur night shows” en 1.934. Eso le dio el pasaporte necesario para entrar a formar parte de la orquesta de Chick Webb. Los años pasan y Webb fallece, esto le obliga ha hacerse cargo de la orquesta hasta que la extenuación puede con ella y acaba por disolver la banda. Entonces da inicio su flamante y recordada carrera en solitario y, por supuesto, el camino del éxito y los reconocimientos. Colabora con Norman Granz (creador del legendario sello discográfico “Verve”) y hace giras con Dizzy Gillispie, con el cual introduce el famoso “scat” (sonidos provocados por la voz que emulan instrumentos de viento) en sus canciones, como es el caso del tema de hoy, el clásico “Oh, lady, be good” y de otras joyas de la artista norteamericana como “How high the moon” o “Flying home”. Otros éxitos siguieron: “Mack the knife”, “Lady is a tramp”, “Summertime”, “I’m beginning to see the light”, etc. Con Verve editó los famosos Song Books, interpretando las composiciones de los grandes autores de la época dorada del jazz. Ella murió hace diez años en Beverly Hills , postrada en una silla de ruedas y ciega a causa de la diabetes. Aniquilada por la consumición lenta y despiadada de una enfermedad que la dejó inactiva durante los últimos años, se dejó ir un quince de junio para consternación de muchos amigos, compañeros de profesión y el lamento de miles de artistas a los cuales influenció y alimentó con su talento estremecedor.

1 comentari:

Anònim ha dit...

ooookkkkkk!!!

Magistral, como siempre Sabih!!

Un abrazo.

Carlinhos