¡Feliz viernes!
Para muchos, el bajista es un guitarrista, que como no es suficientemente bueno para el grupo, se encarga de tocar el bajo. Tildado como un instrumento menor en la mitología del rock, ha quedado relegado a la función rítmica y, seguramente, es el instrumento menos prestigioso de toda la banda. Si se le pregunta a los jóvenes, ninguno dirá que sueña con ser el bajista de una banda de rock. Los solos de la guitarra, la fuerza de la batería, el glamour del cantante e, incluso, el virtuosismo de un teclista atrevido, son mucho más apetecibles que las cuatro sosas cuerdas de aquello que cualquiera diría que es una guitarra. Pues bien, menos mal que el jazz no está para gilipolleces e infantiladas de revista de quinceañero, y otorga a tan noble instrumento el crédito merecido. Muchos han sido los bajistas del jazz cuya influencia a desbordado los tabúes y los prejuicios del ninguneado instrumento. Marcus Miller, el mítico Jaco Pastorius, John Patitucci, Richard Bona, Darryl Jones y el propio Stanley Clarke son algunos de los ejemplos que pueden ilustrar mejor hasta que punto un bajo puede dar frutos y ejemplificar maestría.
Hoy hablamos de Stanley Clarke, uno de los bajistas que revolucionaron el bajo eléctrico a principios de les setenta. Después de acompañar, como músico de sesión, a diversos autores de jazz (Pharoah Sander, Stan Getz, Gil Evans...) fue a parar en 1.972, junto a Chic Corea, Al DiMeola y Lenny White, a Return to Forever, un grupo de jazz con claras influencias del rock, donde Clarke desarrolló magistralmente el bajo eléctrico. En paralelo comienza, también, a publicar en solitario, donde hay que destacar los discos: “Journey to love”, “I wanna play for you” y el magnífico “School days”. Un disco donde se podemos paladear el talento de Clarke para conjugar el rock con el jazz. Un disco excelente, y con fases instrumentales magistrales, que forjó un nuevo avanze para este instrumento hasta ese entonces, prácticamente, inexplorado. Con la aparición de Jaco Pastorious, en aquellos mismos días, junto a Pat Metheny y Weather Report, se fraguó el impulso definitivo del bajo eléctrico. Que jamás volvió a ser contemplado con menosprecio.
“School Days” se grabó en Nueva York el junio de 1.976 y contó con la colaboración de prestigiosos músicos de jazz como Billy Cobham, David Sancious, George Duke y John McLaughlin, entre otros. Es una pieza clave para entender la evolución del jazz en el género denominado como “fusion”. Con el subversivo y arriesgado “In a Silent Way” Miles Davis, como tantas otras veces, dió el golpe de timón que definió y orientó las tendencias efervescentes de los jóvenes músicos de los años setenta, aportando luz donde antes solo había sombras. Y Stanley Clarke es, posiblemente, uno de los mejores ejemplos para mostrar y documentar esta época valiente y revolucionaria.
4 comentaris:
La foto no te preu. Al diMeola en camiseta de tirantes.
Todo el mundo ha sido joven alguna vez!
Pues yo no!
La frase del dia:
"Pues bien, menos mal que el jazz no está para gilipolleces e infantiladas de revista de quinceañero"
Bravo, Peix.
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