¡Feliz viernes!
Más que nunca, hoy parece existir un afán desproporcionado por el culto a la juventud. “Peterpanismo” le han llamado algunos. No sabemos envejecer: cremas regeneradoras, vestimentas juveniles, gimnasios, modas pasajeras, mitos hollywoodienses (ricos y famosos), estilos musicales facilones y con mensajes materialistas, fascinación por la belleza exterior... Todo nos hace recordar, con una presión inusitada, que debemos mantener nuestro aspecto anclado en el edén de los convulsos primeros años de nuestra madurez ¡Juventud, divino tesoro! Parece que socialmente no aceptamos lo inevitable. El paso de los años cae sobre nosotros y no se nos ocurre otra cosa que buscar en lo superficial, olvidando que lo esencial está en otros lugares. A menudo, no parecemos tener en cuenta que la vida es efímera y que por eso deberíamos vivirla lo mejor posible, cada uno a su gusto y a su manera, respetando a los demás. Los trazos de una fuerte personalidad, que nos aporta seguridad y una coherencia saludable, del disfrute espiritual y terrenal, no van acompañados de un cuerpo diez ni de una imagen de “James Dean” eterno.
Por suerte, no es una cuetión tan arraigada entre nosotros como el alarmante catastrofismo del que he pecado en el primer párrafo. Más de uno, y más de dos, se ríe de las neuras obsesivas con las que conviven los fanáticos de la búsqueda de la eterna juventud. Buena de fe de ello nos dan algunos personajes, algunos de ellos músicos y cantantes, en el siglo XX y XXI. Este es el caso de Lou Reed. Si a finales de los sesenta, con la “Velvet Underground” dió el pistoletazo de salida a la música independiente, tocando el cielo con discos endiabladamente buenos, con los años supo ocupar su lugar en la historia del rock, como un buen whisky celosamente guardado en barricas de roble americano.
Hoy repescamos una canción de su magnífico larga duración “New York” de 1.989. En “Dirty Boulevard” encontramos todo lo que fue y es Lou Reed (no me atrevo a decir “será” por que el futuro seguro que nos depara sorpresas...). Un autor que siempre ha buscado el sentido de su obra en los personajes marginales de una sociedad que solo ha tenido ojos para sus ídolos inmaculados. Un discurso que, con el paso de los años, no se ha cansado de explicar. Un viaje por los oscuros caminos de la miseria de una realidad que el márqueting se ha empeñado en ocultarnos. La estela de Reed nos conmueve con sus relatos; la búsqueda de “La Gran Novela Americana”, de la novela hecha disco.
Uno de los precursores de la cultura “underground” firma esta obra maestra que solicitamos escuchar este último viernes con horario de verano de 2.005.
1 comentari:
Que paxaaaa Peiiiiiiiix!!
Bueno... que el log.. pos esta molt be i tal..
Saludus a tothom ;)
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