Dia 23.
Entrada 46.
Hoy, al salir, había otros peregrinos desayunando en el hotel.
Hablaban de ésto y de lo otro, muy a la suya. Nosotros nos
ocupábamos de nuestros asuntos, como Dios manda. Cuando se han
marchado, no nos han dicho ni adios. Como si no estuviéramos.
Tururú. Ella se lo ha tomado como una ofensa.
Pues nada, nos hemos levantado y hemos comenzado a caminar. Enseguida
nos hemos situado detrás de las dos chicas, que tenían un
parsimonioso caminar. Los tipos no estaban. Hemos imaginado que
estarían por delante, pues su conversación dejaba claro que eran
unos de esos "héroes del camino" capaces de hacer 70Km
diarios a la pata coja.
Pues como nos habían caído mal desde el principio, hemos comenzado
a despotricar de ellos alegremente, con desparpajo. Y en ésto que
nos adelantan dos peregrinos. ¡Releches! ¡Eran ellos! Debían
haberse rezagado visitando otro albergue.
Mientras pasaban junto a nosotros, nos hemos preguntado en silencio
si nos habrían oido, mientras nos corría el sudor por la sien. Nada
parecía indicarlo. Hemos empezado a respirar tranquilos.
Entonces he oído el familiar sonido de la anilla de una granada al
ser arrancada con los dientes. El explosivo ha surgido de entre los
dos caminantes, que no se han dignado ni a darse la vuelta, y ha
caído a nuestros pies. La explosión ha diseminado nuestros cuerpos
a diez metros a la redonda por un bucólico paraje gallego. Fin del
diario.
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