Décimo sexta:
ataque de mega-monstruo radioactivo. Los
bichos de tamaño desmesurado que surgen de no se sabe donde y lo
comienzan a destruir todo sin razón alguna suelen ser otro de los
contratiempos habituales que encontraremos en nuestras vacaciones.
Por fortuna, estos seres tienen unos hábitos bastante conocidos y
cierta tendencia a repetirse una y otra vez.
Los mega-monstruos suelen ir hacia las grandes ciudades. Rara vez se
ensañan con pequeñas localidades rurales o bonitos parajes de
interés paisajístico.
Se les suele encontrar principalmente en el mar del japón y en
alguna que otra ocasión se les ha visto atacando la ciudad de Nueva
York.
Lo que nunca hay que hacer ante un mega-mosntruo es correr. ¿Para
qué? Con cada paso él va a avanzar cientos de metros, así que
tenlo claro: si te quiere atrapar, te atrapará. Aunque la verdad es
que no quiere, te lo aseguro. ¿De qué iba a servir un tipo
esmirriado como en un estómago donde caben varios camiones
aparcados? Descuida, no le interesas. Ni te preocupes. Las armas
tampoco le harán gran cosa, como descubrirás en cuanto llegue el
ejército. De manera que guarda el bazooka. La munición no va
barata.
El único punto débil conocido de los mega-monstruos es el amor.
Vereis: como no hay muchos de su especie precisamente, los
mega-monstruos sufren una confusión sexual muy grande. De manera que
juega bien tus cartas de seducción: atrae su mirada, enséñale una
cacha, ponle ojitos tiernos... Y te aseguro que pronto tendrás una
aventura de verano en mayúsculas. Algo verdaderamente digno de
contarse. Eso si: prepara vaselina.
Décimo séptima: Mosquitos, fieras, caníbales. A lo largo de
tus vacaciones muchas son las posibilidades que tienes de encontrar
insectos, animales, personas, monstruos e incluso instituciones
dispuestos a alimentarse de ti. Es muy normal y simplemente hay que
tenerlo presente.
Lleva un buen repelente para cada especie de chupasangres: relec para
los mosquitos, ajo para los vampiros, la cartilla del paro contra los
bancos, tu magnum 45 contra las fieras de dientes grandes...
Aun así, a veces conseguirán atravesar tus defensas y picarte.
Procura no darles la oportunidad de intentarlo de nuevo. Si el
repelente no tuvo éxito, mata.
Una vez muerto el causante, hablemos de la picadura y su tratamiento.
Hay muchas y muy variadas. En tu farmacia te explicarán cual es la
más eficaz para la picadura de un abejorro, la constricción de una
anaconda o la urticante sensación que deja el ver tu pulmón
perforado por el cuerno de un rinoceronte blanco.
Yo, desde mi humilde experiencia, estoy en condiciones de recomendar
SANTOGRIALCÍN-500. Un reactivo magnífico que se dosifica en un copa
de madera y que es muy eficaz: en una ocasión una manada de
cocodrilos se me llevaron una pierna, la mitad de mis tripas y un
buen segmento de mi brazo derecho. Pues me arrastré hasta mi equipo,
me administré el SANTOGRIALCÍN-500 y no vea, oiga. Un alivio
inmediato. Me volvieron a crecer la pierna, el brazo y las tripas
perdidas. Un remedio milagroso de verdad. Eso si, solo está al
alcance de bolsillos muy pudientes y previa receta de un obispo. Para
mi se ha convertido en el remedio ideal. No salga en casa sin él.
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