Décimo cuarta:
Portal dimensional. Con no mucha frecuencia, si bien más veces
de lo que a uno le gustaría, se puede uno topar con un pliegue
dimensional que le catapulte a un lugar totalmente distinto. Un mundo
que ni siquiera se rija por las mismas leyes que el nuestro. El
pliegue puede esconderse en cualquier lugar: en un túnel en el tren,
en un armario en el ático de casa de tu abuela, en las oficinas de
MEMORY CALL, en la entrada de la cueva del terror de un parque de
atracciones... En el sitio mas inesperado te puedes encontrar
catapultado a un mundo fantástico, lleno de seres extraños...
Pero no te
preocupes, seguro que hay un tipejo bajito y medio calvo que te
convierte en... qué se yo... un bárbaro, un arquero, un acrobata,
un mago... ¿Quizá un caballero?
Cuando te encuentres
en ésta situación, los planes vacacionales pueden llegar a cambiar
bastante. La emoción de las vacaciones pasará a ser conseguir el
billete de vuelta. Lo bueno es que, como el tiempo funciona
de manera diferente en otros mundos, a tu regreso todo seguirá igual
y podrás optar por continuar tus vacaciones con total normalidad...
O hacer una suave reentrée antes de volver al trabajo.
Décimo quinta:
especialidades repugnantes. Yo
soy del parecer que en los lugares que visites, has de comer las
especialidades locales, si bien es cierto que algunas de ellas pueden
poner seriamente a prueba nuestra capacidad para potar.
No pocas veces me he visto en la tesitura de comer cosas extrañas a
nuestra cocina. Me han ofrecido arañas, medusas, ciempies y hasta
una vez, un rábano.
Ciertas culturas se toman como un insulto menospreciar sus manjares, por lo que yo recomiendo tragar lo que sea haciendo de tripas corazón, sin pestañear. Y, al acabar, sonreir. En según qué países, eructar como si trataras de tirar abajo una pared también ayuda.
Solo una vez fui absolutamente incapaz de comerme lo que me habían
preparado con todo su amor. Sobre una masa de menudillos putrefactos
habían puesto carcasas de escarabajo pelotero rellenas de puré de
lombriz y chinches. La verdad es que como degustación se mostraba
interesante, aunque he comido cosas peores. Pero fue entonces cuando
le dieron el toque que dejó el plato por completo incomestible. Un
pinche extrajo un bote de ketchup y sirvió un chorreón por encima
de toda la bandeja. ¡¡¡PUAAAAAJ!!! ¡Odio el ketchup! ¡No puedo
imaginar abominación más grande sobre la tierra!
Tuve que marcharme. Se sintieron profundamente ofendidos y me querían
linchar. Pero en cuanto me cargué a su jefe y violé a tres de sus
mujeres cambiaron de opinión. En lugar de lincharme por
desagradecido, decidieron que lo mejor sería lincharme por asesino,
violador, exhibicionista y pervertido.
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