Quinta: atracos a mano armada. Cuando los cacos pasan al
siguiente nivel y van armados, lo primero que hago es repasar su
arsenal en el catálogo de mi mente. Entonces yo saco el mío y
empieza el tiroteo. No suele durar más de 20 minutos, pasados los
cuales, si veo que los asaltantes llevaban algún elemento digno de
figurar en mi colección, me lo agencio.
Sexta: secuestros. Son siempre un contratiempo que puede
llegar a hacerte perder alguna conexión. Recuerda que un
secuestrador siempre quiere dinero. Siempre hay que llevar un fajo de
billetes o dos a mano para hacer el trámite lo más rápido posible.
Para eso, tener contactos en el tráfico de drogas, de órganos, de
armas o de pipas saladas, ayuda bastante. También el haberse
fraguado una cierta reputación en dichos ambientillos.
Séptima: terroristas. Los reconocereis facilmente: uniformes
militares, armamento como para conquistar un país pequeño, mucha
mala leche y tendencia insana a destruirlo todo, incluyendo
vehículos, personas, sus propios compañeros y, lo peor de todo: mi
pasaporte.
Contra un ataque
terrorista, lo que hay que hacer es no perder la calma. Nada hay que
altere más a un terrorista como comprobar que sus acciones no
consiguen su objetivo primordial: despertar el terror. Y entonces es
cuando empiezan a cometer errores: en cuanto el uso de granadas,
bombas, metralletas y subfusiles deja de tener efecto, entonces
intentan razonar. Y ahí, seguro que les pillas.
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