Dia 15.
Entrada
27.
Se nos ha cruzado un gato. No me gusta que se nos crucen los gatos.
Dan mala suerte. Era un gato pardo. Da igual. Esos dan más mala suerte.
El bicho nos ha mirado y se nos ha vuelto a cruzar. ¡Eso es, encima con
saña!
Más tarde se nos ha cruzado un gato blanco. ¡Maldito! ¡Esos dan más mala suerte todavía!
Me
doy cuenta de que todos los gatos que hay por aquí son muy jovencitos.
Con razón: si están pasando unos por delante de otros constantemente, la
mala suerte que se pasan unos a otros hará que la mortalidad de la especie sea alta. Con eso en mente, pudiera uno
esperar a que el puto gato se muera solo, víctima de sus propios
colegas. Pero no: he preferido convertirlo en víctima de mi bota y lo he
chutado. Con un maullido de terror ha subido hasta la estratosfera. Por
desgracia, a la bajada me ha caido en la cabeza, donde ha empezado a
arañarme a cuatro patas hasta dejarme el cráneo pelado y con el cerebro a
la vista. ¡Qué mala suerte!
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