Creo que ya era pasado el mediodía
cuando por fin recuperé la conciencia, merced a cierto intenso dolor
en los bajos que no me dejaba dormir. Una de las hermanas seguía
echada a mi lado. La otra no. Se había marchado.
El recuerdo de las advertencias del
Maikel volvió. Ahora empezaba a comprender. ¿Me sería posible
mantener una relación duradera con una chica que sabe que me he
follado a su hermana con la misma intensidad con que me la follo a
ella? ¿Cuánto tiempo se podría mantener una relación a dos bandas
antes de que empezaran los celos?
Imaginé un futuro lejano con una
relación más normalizada, sentándome a la mesa por Navidad, junto
al resto de la familia y ver a Estela a nuestro lado, con sus gafitas
y su cara de intelectual, simulando que nunca había ocurrido nada
entre nosotros. Bueno, pues yo no sé ella, pero para mí sería una
situación muy violenta. ¿Y si se echaba novio? ¿Con que cara
miraría yo al pobre infeliz de quien he catado la parienta?
Ni siquiera se me pasó por la cabeza
que el ménage à trois fuera a ser algo que pudiese sostenerse mucho
tiempo. Tal vez una noche o dos más, a lo sumo, pero no me hacía
fantasías acerca de lo que pudiera durar a medio o largo plazo. Lo
pensé incluso por mi bien: ¿cuánto tiempo hubiera podido mantener
el tipo frente a dos tiarronas de semejante calibre sexual? Me sería
fácil hacerme el fantasma, claro. Pero no. Los tíos hemos de hacer
el fantasma solo ante los demás. Cuando nos enfrentamos a la cruda
realidad, hay que ser objetivos: dos noches más como aquella y
acabaría en la UVI.
La Muchachica
—cualquiera que esta
fuese— estaba despierta, como yo. Me
miraba con media cara hundida en la almohada. Tal vez hubiera cierta
nota de vergüenza en su expresión. Pero era una nota dulce.
—Vaya nochecita, ¿eh? —aventuré,
no muy seguro de cuál de las dos era mi interlocutora.
—Sí —dijo.
A través de la almohada, su voz sonó amortiguada.
—Nos lo pasamos bien, ¿no?
Ella asintió con un parpadeo que decía
«¡inolvidable! ¡vaya polvazo!».
—Ehm… Bueno,
antes de continuar… Solo quiero
asegurarme… ¿Con quién estoy hablando?
—pregunté. Eso me serviría para dos
cosas: salir de dudas acerca de cuál de las dos hermanas tenía
delante y, en caso de que fuera la mía, me permitiría saber su
nombre de una vez por todas.
—Soy Estela —me
dijo.
—Ah —dije
yo—. Oh —repetí
enseguida.
No esperaba aquello. La lógica dictaba
que fuera mi Muchachica la que se quedase
conmigo toda la noche. No sospeché que fuera a dejarme a merced de
su hermana. De hecho, Estela había conseguido engañarme: a la luz
de la mañana y con aquella expresión de corderito degollado, se
parecía tanto a mi Muchachica que había
logrado confundirme. Ni rastro de la frialdad de la noche anterior,
en que sí me había parecido una persona completamente distinta.
—Yo… —empecé
a decir. Pero mis palabras no eran para ella, sino para su
hermana, y perdieron sentido antes incluso de ser pronunciadas. Me
sentí estúpido. No era aquella la chica con la que yo había
quedado la tarde anterior. Necesitaba hablar con ella, y no con otra.
Me levanté de la cama, y a toda velocidad, me puse la ropa.
—Mira, lo de anoche…
fantástico y tal. Y no te lo tomes a mal, de verdad, pero
tengo que hablar de unas cuantas cosas y tú no me sirves. Por ahora
no. Voy a ver si encuentro a tu hermana para aclararnos, y después,
ya veremos.
—Oye, pero si yo…
—se resistió ella, algo estupefacta.
Pero no acertó a levantarse. Y antes de que lo consiguiera, yo ya
estaba vestido y cerrando tras de mí la puerta de la habitación.
Salí del pasillo, y llegué al salón
redondo. Y allí encontré a mi Muchachica.
Pero en cuanto la vi, me quedé de piedra. Se había puesto una
indumentaria similar a la que había lucido su hermana antes del gran
polvo: vestimenta parecida, las mismas gafitas de intelectual y la
misma mirada distante. El embrujo de la noche anterior se esfumó por
completo. Si no me encontraba de nuevo ante Estela, me encontraba
ante una buena copia. Aquellos ojos fríos me hicieron sentir total y
completamente rechazado.
—Pero bueno, ¿se puede saber a que
jugáis vosotras dos? ¿A hermana buena, hermana mala? —supongo
que mi reproche sonó algo más ácido de lo que en principio
pretendía, pues la Muchachica de inmediato
cambió la cara.
—¿A qué te refieres? —respondió
ella, como si no supiera de qué le estaba hablando. Aquella manera
de fingir, consiguió enervarme todavía más.
—Me refiero a que me gustaría ser
algo más que el pasatiempo de dos hermanas perversas, ¿vale? Me
gustas, ¿sabes? Ale, ya lo he dicho: me gustas mucho. Y me gustaría
no ser tratado con desprecio, ni que me hicierais bailar la cabeza.
Ni tú, ni tu hermana, ¿estamos?
—Estamos. ¿Y cómo se supone que no
debo hacerte bailar la cabeza?
—¡Pues no estaría de mas que me
dijeras tu nombre verdadero, para comenzar!
—Yo me llamo Estela —dijo.
Y se quedó tan ancha.
La otra chica, la que había dejado en
la habitación, nos alcanzó entonces.
—Mira, perfecto. Ya estamos todos
—dije yo, que comenzaba a exasperarme—.
Así pues, si esta es Estela,
entonces ¿tú quién eres? —pregunté a
la recién llegada, creyendo nuevamente que se trataba de mi
Muchachica. Pero ella contestó, sin
titubeo alguno:
—Estela.
Os juro que parecía sincera. Y la otra
también parecía sincera. Ni una duda, ni un intento de aclarar las
cosas por parte de ninguna de las dos. Aquello, o bien era verdad y
ambas compartían el mismo nombre, cosa que no podía ser, o era una
estratagema ensayada. En todo caso, yo ya tuve suficiente.
—De acuerdo. Muy bien. Tenéis un
problema de identidad muy serio. Ya volveré cuando lo hayáis
resuelto. Y os diré otra cosa: si en realidad teníais ganas de
libraros de mi, no os hacía falta tanta tontería, ¿sabéis?
¡Bastaba con decirlo y os hubiera dejado en paz! —solté
mientras me dirigía a la salida. Me parece que la que era mi
Muchachica intentó detenerme, pero estando
como estaba, semienvuelta en sábanas, no era precisamente ágil. La
otra, la de la taza de café, no hizo ni el más mínimo gesto para
impedir que me fuera. Ya desde la puerta, añadí:—
Ale, chatas, ¡au revoire!
Con un portazo zanjé la cuestión. Y
me alejé, no sin tristeza, de los dos polvazos de mi vida.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada