Dia 20.
Entrada 40.
Siguen los obstáculos surrealistas. Por el
camino donde bajábamos nosotros ha aparecido una estampida de vacas
lanzadas a la carrera, con los cuernos por delante y muy mala leche
(estas cosas se intuyen. Algo sé de vacas). Era como en los
sanfermines, si los toros fuesen todos en un sentido y los mozos en
el contrario.
Hemos tenido que esquivarlas una por una, a velocidad supersónica:
una por un lado, otra por el otro, pasando hábilmente entre otras
dos...
Como puede intuirse, el ataque era premeditado. Un tipejo con un
perro iba azuzando a las vacas contra nosotros. Al verle, hemos
saltado a lo “tigre y dragón” y hemos eliminado al tipo con el
“soplamocos de la grulla que te pone mirando a Cuenca”.
Sin el fantoche para dirigirlas, las vacas han continuado su
estampida sin rumbo ni dirección. De todas maneras, justo antes de
pasar, la última de ellas ha soltado un traicionero latigazo con la
cola a mi pareja, con tan mala pata que la ha hecho girar con triple
tirabuzón y me ha caido encima. Auch.
Me ha roto lo menos
9 costillas. Se acabó el viaje.